sábado, 27 de diciembre de 2008

Labor Omnia Vincit

En la medida de nuestra ignorancia parecía estar también la medida de nuestro miedo, el miedo que nos sacaría de la inquietante presencia de un ídolo de piedra para lanzarnos en un universo vacío al final del cual no hay certeza ni misión.
El mismo miedo nacido en la oscuridad de las selvas y las pupilas ocultas en la noche, ese mismo miedo original, se tornaba ahora en un miedo de desierto frío que hacía inútiles todos los actos y todas las razones, un miedo de caer de nuevo entre los dedos de una voluntad caprichosa y enigmática, o de enfrentar la labor milenaria de contar todas las estrellas, andar todos los caminos, y tratar entonces de seguir todos los soles sin objetivo alguno, sin un nombre en los labios ni una seña entre los ojos. Y eso era una elección, una elección consciente y al mismo tiempo otra labor milenaria, un trabajo de generaciones de artesanos descifrando la lengua de las mareas, moldeando en barro una mirada más que penetrante, una mirada que allá lejos en el confín del universo y en el oscuro santuario de lo pequeño no encontrara al dios, una mirada que no tropezara con el milagro allí donde debía haber hados vectoriales, una mirada que nos dejara solos bajo el cielo.

Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres

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