sábado, 25 de abril de 2009

De agendas, auto-tiranía y otros demonios

Se lleva una agenda, tal como se lleva una carta con insultos para dios. Anotas cada día lo que es preciso conservar de las horas y te embarcas en el sueño infantil de realizar, en su día y a su hora, todas aquellas cosas que merecen hacerse, y que por tanto se planificaron. Casi como adictos a la trampa pueril y provisoria de pretender diseñar el futuro, escogemos el día adecuado para realizar esa visita o aquella llamada. Y presas de la magia deslumbrante de esta ilusión hacemos planes que atraviesan el tiempo para dominarnos en ese presente que viviremos y donde su obligación y necesidad imperiosos se apoderarán de nuestra voluntad y nuestra vida.

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